FIFA World Cup 2010 - Cuartos de Final

Infernus

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La magia de la dupla Wesley Sneijder y Arjen Robben, y la desgracia de Felipe Melo, que volvió a jugar, puso un impecable pase para el gol de Robinho, pero anotó en meta propia y se fue expulsado a los 77 minutos, resumen el vaivén de un partido, por momentos bronco, por momentos de alto voltaje, que tiene gran historia.

Brasil había eliminado a Holanda en idénticas fases de octavos de final de los Mundiales de Francia'98 y Estados Unidos'94, y hoy los de Bert Van Marwijk se comieron fría la venganza.

Con similar actitud fría los holandeses se deshicieron de los brasileños en el Mundial de 1974, disputado en Alemania, la misma selección de Johan Cruyff, que recién criticó con dureza el juego de los pupilos de Dunga.

Ni pirotécnico, ni de desbordada técnica. Holanda planteó desde el pitido inicial un juego provocador de constante roce personal que en pocos minutos enseñó un partido cortado por las faltas.

Los brasileños entraron en un juego premeditado y perdieron los papeles.Imagen significativa la de Robinho, a quien se le ha conocido más su blanca sonrisa, pero en una primera oportunidad bramando en el rostro de un rival mientras Nigel de Jong, su ex compañero en el Manchester City, intenta aplacar su ira.

La imagen se repetiría en el epílogo del partido, cuando de todo le dijo a Arjen Robben, que aguantaba minutos en el piso.

Ese pareció ser el combustible para elevar el juego de quien ahora juega como cedido del equipo inglés en el Santos.

ROBINHO ABRIÓ EL MARCADOR

A los ocho minutos le fue anulado un gol por posición irregular desde la que partió Daniel Alves para servirle el pase.

Pero a los 10 minutos comenzó a tallar su condición de figura del encuentro en Puerto Elizabeth al recibir libre de marca un pase profundo desde el punto central de la cancha lanzado por Felipe Melo, quien hoy volvió a la formación titular.

El balón llegó a la media luna, Robinho avanzó sin custodio a la vista y con pierna derecha y remate seco batió a Maarten Stekelenburg.Dirk Kuyt tuvo el empate un minuto después pero su disparo al vertical derecho desde la banda opuesta fue desviado al córner por Julio César.

A continuación se vio una sucesión de duras fricciones entre piernas azules y naranjas. Por momentos parecía que el árbitro japonés Yuichi Nishimura perdía el control.Apenas una tarjeta amarilla para Heitinga y Michel Bastos en el primer tiempo, poca muestra para tanta hostilidad que apenas era interrumpida por los destellos de técnica de los brasileños.

Pases cortos, rápidos, triangulaciones con la participación activa de Robinho, Luis Fabiano y Kaká, que en el Mundial de Sudáfrica ha dejado de lado el papel de figura para vestir el mono de trabajo.

La jugada más vistosa salió a los 31 minutos. Robinho se deshizo en una baldosa de De Jong y Van der Wiel, dejó también a Heitinga, y cuando caía por el roce, pasó el balón a Luis Fabiano, que de tijera sirvió en el centro del área a Kaká.

El del Real Madrid midió la parábola y la despachó hacia la escuadra izquierda a donde voló con acrobacia Stekelenburg para ahogar el grito de gol.

Y más combinaciones acrobáticas a las que se sumaron Daniel Alves y Luis Fabiano, o apariciones fantasmagóricas que pudieron terminar en gol como la de Juan con un remate por encima del horizontal, o la de Maicon que anidó el balón en la red exterior con un potente remate.

Esta jugada que cerró el primer tiempo hizo recordar el cuarto gol de la victoria por 4-1 de Brasil sobre Italia en el Mundial de México'70, en el cierre de ese capítulo glorioso en el estadio Azteca. Hoy Daniel Alves fue Tostao pero Maicon no tuvo la suerte letal de Carlos Alberto.

SNEIJDER Y ROBBEN LIDERA LA REMONTADA

A los 55 minutos pase de Arjen Robben a Wesley Sneijder, quien despacha desde la derecha el balón con pierna zurda. El centro no parecía complicar, pero en el aire chocaron por falta de comunicación Felipe Melo y Julio César. Tremendo error compartido. Dolor para el portero que poco había sido exigido y nueva decepción para el centrocampista, malquerido por su juego truculento y quien ahora anotaba en propia puerta.

Brasil no fue más el mismo. Sus zagueros quedaron contagiados de una parálisis que tuvo otra nefasta consecuencia trece minutos después.

Córner desde la derecha impulsado por Robben, doble cabeza ante la mirada de los brasileños, primero de Kuyt y después de Robben para anidarla en el fondo de la red, establecer la remontada y comenzar a sentenciar el partido que se anunció como una final adelantada.

El Brasil de Dunga, que con tantas críticas de la prensa llegó a territorio sudafricano, pero que iba acallando con resultados las voces de los críticos, cayó hoy sin poder administrar un resultado favorable, en la misma fase que Francia les expidió el boleto de vuelta hace cuatro años, en el Mundial de Alemania.

Fuente: SPORT

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Ojala caiga tb Argentina, por tanto baboseo de Maradona...
 
Uruguay vuelve a unas semifinales tras superar a Ghana en los penaltis

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Dos penaltis detenidos por Fernando Muslera y un penalti a lo Panenka de Sebastián Abreu, el último de la serie, dieron el pase a la semifinal del Mundial a la selección de Uruguay tras un pésimo partido de fútbol en el que la emoción del final compensó el poco juego visto en los 120 minutos del encuentro.

No se puede pedir más suspense en un partido con tan poco fútbol ya que, además, en el minuto 120 de juego, la selección de Ghana dispuso de un penalti por unas manos de Luis Suárez en la línea de gol y el balón lanzado por Gyan dio en el larguero.

Uruguay, que jugó de visitante en un estadio volcado con la selección de Ghana, se metió por quinta vez en su historia entre los cuatro mejores equipos del Mundial y el equipo africano no pudo darle esa satisfacción a su continente.

El fútbol brilló por su ausencia en el tramo inicial del partido, con dos equipos indecisos e imprecisos, que no sólo no coordinaban acciones de peligro ante la meta rival, sino que eran incapaces de dar dos pases seguidos.

En esta fase de apatía o de respeto inicial, la selección uruguaya estuvo ligeramente por encima de la ghanesa y dispuso de dos opciones de gol, una muy tímida en un remate de cabeza de Cavani (m.1) y otra un poco más clara en un disparo de Suárez en el 26.

El equipo uruguayo basaba su potencial ofensivo únicamente en acciones a balón parado: faltas y córners que lanzaba Forlán sin el acierto que iba tener tras el descanso.

A la media hora se acabaron las fuerzas de Uruguay en el primer periodo, ya que a partir de un remate de cabeza de Vorsah en el minuto treinta, el juego estuvo del lado de Ghana.

Lo estuvo más por ocasiones de gol que por juego. Fue una fase del partido en la que los jugadores africanos dispusieron de varias opciones, lo que se unió a unos minutos plagados de adversidades para Uruguay, primero con la lesión y sustitución del capitán Lugano por Scotti, y luego por un fuerte golpe en la cabeza de Fucile.

Ya en tiempo de prolongación, una jugada en la que la defensa uruguaya estuvo muy pasiva, se produjo un disparo lejano de Muntari, ayudado por la pantalla que hizo Gyan al balón para que Muslera no lo viera, que acabó en la red y propició un marcador justo para los merecimientos de ambos equipos.

No entró bien Uruguay en la segunda mitad, ya que al principio mostró las mismas deficiencias que en la primera.

Sin embargo, a los diez minutos de juego, una falta lanzada con potencia y colocación por Diego Forlán puso el empate en el marcador. Era la primera ocasión clara de los uruguayos en la reanudación y en ella llegó la igualada.

El partido mejoró. Forlán adelantó su posición y se situó como delantero, al igual que Cavani, por lo que la selección de Óscar Tabarez pasó a jugar con un cuatro-tres-tres, lo que le dio más profundidad y más intensidad, aunque también dejó más espacios para la contra de Ghana.

En cualquier caso, había mucho balón dividido y aunque Uruguay recuperó la autoridad perdida en la primera mitad y se acercó con peligro a la meta rival, el partido estaba completamente abierto.

Como ninguno de los dos equipos fue capaz de cerrarlo, el partido necesitó de la prórroga tras noventa minutos con muchas sombras y pocas luces, en las que los errores, fallos y las pérdidas de balón pudieron con las acciones de calidad, que apenas se dieron.

En la prórroga, el partido se puso a la heroica para los dos equipos. Era un encuentro de ida y vuelta, sin posesiones sostenidas de balón y sin un dominador claro. Lo único que tenía era despropósitos.

La jugada más destacada de la primera parte de la prórroga fue un posible penalti sobre Abreu y en la segunda al mal juego de ambos equipos se unió en cansancio. Sólo una acción aislada podía resolver en el encuentro antes de los penaltis.

La hubo y no fue cuestión menor. Minuto 119. Manos de Luis Suárez en la línea de gol. Penalti y expulsión. Lanzamiento de Gyan al larguero. Pitido final. Tanda de penaltis. Victoria uruguaya.
Fuente: Mundo Deportivo

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Maradona... en resumen: ZAAAAAAAAAAAS, EN TODA LA BOCAAAAAAAA
 
Alemania humilla a Argentina y pasa a semifinales

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Alemania fulminó a Argentina, la goleó con toda la contundencia con la que venía ganando la albiceleste, puso al descubierto las miserias del equipo de Diego Maradona y, de paso, demostró al mundo que no es un candidato casual al Mundial de Sudáfrica sino un favorito serio.

Como hace cuatro años, Argentina cayó en cuartos y ante el mismo rival. Pero entonces lo hizo en la tanda de penaltis y ahora bajo una tormenta de goles germanos.

Por quinto Mundial consecutivo, Argentina cae ante una selección europea y lo hace un día después de que perdiera Brasil frente a Holanda en la misma ronda, poniendo en duda el presunto dominio futbolístico de Latinoamérica.

Los germanos se cuelan entre los cuatro mejores del mundo tras haber dejado de lado a dos de las favoritas, primero a Inglaterra y luego a una Argentina que no conocía la derrota, que venía dejando muestras de contundencia ofensiva y ambición.

El equipo de Maradona perdió porque se enfrentó a un rival más serio, que sacó partido de todas las carencias que hasta ahora habían quedado tapadas por su contundencia ofensiva, por la potencia de su delantera, auténtica dinamita que había desarbolado a todos sus rivales sin necesidad de orden táctico, de disciplina.

Pero contra Alemania eso no fue suficiente. Las estrellas albicelestes no brillaron. Messi anduvo menos presente y el equipo se derrumbó como un castillo de naipes, como un gigante con los pies de barro. Cuando falló la pegada, no había nada para suplirlo.

Perdió un partido que se puso cuesta arriba desde el minuto 3, cuando Müller, el joven jugador que hace cuatro meses Maradona había confundido con un recogepelotas y que ya lleva cuatro tantos en este Mundial, anotó el primero de la tarde en el minuto tres. No obstante, Muller no marcará en las semifinales, porque vio una amarilla que le impedirá jugar esa ronda.

El marcador en contra pesó como una losa. Argentina descubrió una situación inédita, desconocida para un equipo acostumbrado a remar a favor de corriente, arriba en el marcador y no a verse con prisas, urgencias y obligaciones.

En ese contexto nada funcionó. El equipo empujó con brío, con el corazón que tanto les ha pedido su seleccionador, pero sin orden. Fue una ofensiva apasionada pero tan ineficaz como contundentes habían sido las de los partidos anteriores.

Quien más lo intentó fue Ángel di María, el mejor de su equipo, el más activo en la incorporación al ataque, más acertado que en los partidos anteriores. Dejó en el césped su mejor versión, tanto cuando comenzó por la izquierda, su puesto natural, como cuando se desplazó a la derecha para buscar soluciones al marcador en contra.

Messi apareció menos, perdido en la maraña alemana, obligado a bajar a buscar el balón muy lejos de la portería, donde no se puede ser letal, donde su magia pierde poder y su influjo en el juego es menos determinante.

Tévez le puso genio pero poco más e Higuaín participó menos en el juego.

Fue poca la propuesta argentina. Media docena de jugadas que apenas llegaron a despeinar la tela tejida por Joachin Löw.

Lo intentaron desde lejos pero sin fuerza, trataron de entrar en el área pero sin acierto. Se estrellaron una y otra vez. Y Messi no aparecía.

Impotente, sin respuestas, Argentina se conformó con dominar pero sin crear grandes ocasiones, mientras Alemania acechaba, aguardaba en sus cuarteles de invierno a que la albiceleste dejara sus huecos.

Los tuvo la "Mannschaft", que volvió a demostrar que a la contra es una máquina bien engrasada. Pudo marcar Klose tras una brillante jugada de Müller. Y el propio Müller a pase de Lahm.

Sus ocasiones eran más claras que las argentinas, pero la intensidad la ponían los albicelestes.

En el segundo tiempo buscaron más el gol, con más ahínco, pero con el mismo desacierto. Su empuje rompió el partido, lo hizo de ida y vuelta, sin rumbo, a la merced de cualquiera, un correcalles sin sentido que dejó los minutos más atractivos y emocionantes

Del intercambio de golpes salió beneficiada Alemania, la que tenía un poco más de orden y clarividencia.

En el minuto 68 Müller demostró que está enchufado en el Mundial y, desde el suelo, acertó a servir a Podolski que se internó en el área para centrar a un Klose que marcó libre de marca.

El segundo tanto acabó por quebrar a Argentina. Sólo quedaba la heroica, lanzarse a por todas a la desesperada. Pero Alemania no dio tiempo a Argentina a preparar la respuesta. Siete minutos más tarde Schweinsteiger dejó sentados a cuantos defensas albicelestes le salieron al paso y sirvió para que Friedrich sentenciara el encuentro.

Todavía tuvo tiempo de marcar el cuarto Klose en otra jugada al contragolpe, lo que le deja a las puertas de ser el máximo goleador de toda la historia de los Mundiales.

Era la sentencia a una selección argentina que sucumbió de alto, con estrépito, desarbolada por un equipo ordenado que se mete entre los cuatro mejores del mundo y presenta su candidatura a más, nadie sabe a cuanto más, porque su juventud llena de incertidumbre su suerte.

A tanto como aspiraba hasta ahora la Argentina de Maradona, que vio como sus estrellas dejaban de brillar el día más necesario.
Fuente: SPORT

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España logra clasificarse para las semifinales de un Mundial por primera vez en su historia

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La mejor selección española de siempre nos está haciendo disfrutar de un momento histórico, porque nunca antes España jugó una semifinal de un Mundial. Ese territorio inalcanzable y desconocido que ahora nos recibe con los brazos abiertos, nos acoge con la sonrisa de quien llevaba tiempo esperándonos. Nunca antes estuvo la Selección tan cerca del paraíso, de esa gloria que siempre se nos había negado. Porque el paraíso son unas semifinales para quien nunca estuvo allí, pero que no se conforma con quedarse ahí.


España ha hecho historia con este triunfo tan sufrido como merecido contra Paraguay, que opuso más resistencia que nadie, pero acabó rendida a los pies de Villa y a las manos de Casillas. El primero se volvió a citar con el gol y el segundo recordó al mejor Casillas de siempre, ese que nos había dejado un momento para que aprendiéramos a valorar lo grande que es. Porque Casillas es el mejor portero del mundo, el capitán de una selección que ya está en entre las cuatro mejores del Mundial. Detuvo un penalti cuando todo estaba 0-0 y cuando España ya estaba en ventaja nos regaló otras dos intervenciones decisivas. Dicen que todo gran equipo se construye a partir de un gran portero y un delantero goleador. España tiene a los mejores de este torneo.


El caminar de España por el Mundial se ha convertido en un ejercicio de paciencia, en una prueba de resistencia, de confianza en un estilo y en una idea, en definitiva, en una prueba de confianza de los jugadores en sí mismos. Los rivales levantan un muro y España se ve obligada a derribarlo con posesión, toque y paciencia, mucha paciencia. El proceso es largo y no es sencillo mantener la calma sin desviarse de la senda trazada hace dos años. España mantuvo la calma y cuando no tuvo ideas siempre conservó el estilo. Sólo los equipos más sólidos, los mejor construidos son capaces de hacerlo. Y en este Mundial no queda selección mejor construida que España.


Paraguay, una selección muy bien trabajada tácticamente, le exigió a España como no le había exigido nadie, ni siquiera Portugal. Juntó muy bien las líneas, cerró los espacios y cedió la posesión del balón sin ningún disimulo. Están acostumbrados a que la pelota esté más tiempo en los pies del rival. España tiene alma de poeta, todo lo contrario que el combinado paraguayo, un bloque con espíritu de abnegado oficinista, sin ninguna pasión por la lírica y al que le cuesta rimar unos versos. Pero en lo suyo, nadie mejor que Paraguay. La misma confianza que tiene España en su estilo, la tiene Paraguay en el suyo. Siempre que España acudió a la ventanilla del gol, Paraguay le recordó que le faltaba un sello, una firma, la póliza estaba incompleta. Vuelva usted mañana.


Y España volvió, pero sin la lucidez y la frescura necesarias para distraer a los paraguayos. Jugó la Selección con las persianas a medio subir, sin permitir que entrara la luz que ilumina su juego. Faltó fluidez y velocidad en la circulación del balón y en todo el primer tiempo la Selección fue incapaz de encontrar una rendija en ese perfecto entramado de los paraguayos, que en defensa se mueven como si fueran sólo uno. Un movimiento armónico nacido del laboratorio de Martino. Un laboratorio que hizo desaparecer las porterías durante gran parte de la noche. Y los únicos que la encontraron en la primera parte fueron los uruguayos, en un gol anulado a Valdez por dudoso fuera de juego de Cardozo.


Se esforzó Del Bosque por hallar la variante adecuada, pero cada cambio sólo sirvió para volver al punto de inicio. Durante todo el primer tiempo, la Selección anduvo en círculo, sin llegar a ningún lado. Sorprendió de inicio Del Bosque con el dibujo del equipo. Rescató a Villa del extremo izquierdo, donde tanto había brillado, y le se situó como delantero centro, con Torres 'tirado' en la derecha e Iniesta en la izquierda. El duelo en el centro del campo se redujo a un tres contra tres, con la ayuda de Iniesta en la Selección y de Riveros por el lado paraguayo.


Y es que Martino también cambió la cara al equipo, pero no el espíritu. Apareció Barreto en el centro del campo junto a Cáceres y Santana, mientras que Riveros ejerció de enganche, por detrás de Cardozo y Valdez. Paraguay empujó las líneas hacia arriba y llevó la presión hasta el borde del área española. Le costó a España superar esa primera línea y se vio obligada a mezclar el juego de toque con los balones largos. El problema es que esa responsabilidad se la entregaron la mayoría de las veces a Piqué y Puyol. Cuando lo hizo Xabi Alonso, España lo agradeció y Paraguay lo sufrió.


La perfecta ejecución táctica de los paraguayos provocó que Del Bosque mirara hacia atrás y deshiciera el dibujo. Villa volvió a su hábitat favorito en este Mundial, la banda izquierda, Torres se convirtió en la referencia por el centro e Iniesta se situó en la derecha. Repitió varias veces la maniobra sin éxito alguno.


El paso por los vestuarios ni distrajo a los paraguayos ni despertó a los españoles. Diez minutos le bastaron a Del Bosque para ver que por ese camino no iba a ningún sitio. Se decidió busca más toque con Cesc y retirar al desafortunadísimo Torres, del que está vez lo mejor que se puede decir es que se puso la bota correcta en cada pie.


La entrada de Cesc coincidió con la revolución, con tres minutos de locura. Primero Piqué decidió bailar agarrado con Cardozo dentro del área. El paraguayo se fue a los once metros y el lanzamiento lo detuvo Casillas. Surgió el ángel con las manos más grandes. Los equipos continuaron jugando a la ruleta rusa, pero la pistola cambió de manos.

Alcaraz se despistó un instante, Villa le ganó la espalda y acabó por derribarle dentro del área. Otro penalti, pero éste con más historia. Lo convirtió Xabi Alonso. Demasiado fácil y el árbitro guatemalteco Carlos Batres ordenó repetirlo porque Cesc había entrado unos centímetros en el área. Xabi volvió a coger el balón, pero esta vez Justo Villar le adivinó el lanzamiento. Al rechace nadie llegó antes que Cesc y fue derribado por el propio Villar. Batres miró hacia otro lado.


No perdió la orientación España contanto revuelo. Conservó el balón, lo movió por el centro, por la derecha y por la izquierda, pero sin avanzar más de lo que lo había hecho hasta entonces. Intentó dinamizar el juego Del Bosque, quien retiró a Xabi Alonso y buscó el oportunismo de Pedro.


Mientras, Paraguay se entregó al contragolpe sin ningún pudor. Se refugió en las cercanías de su área y lo fió todo a una acción aislada que sólo podía nacer de la fortuna. Y no nació, porque esta vez el fútbol premió a quien más buscó el triunfo. Fue a siete minutos del final, cuando, después de un sutil pase de Xavi, Iniesta se dirigió hacia la portería rival con la decisión que nunca antes lo había hecho en Sudáfrica. El pequeño genio vio a Cesc en la derecha, el tiro de éste acabó en el poste y el rechace acabó en los pies de Villa, que convirtió su quinto gol del Mundial con el suspense que requería el escenario. El balón decidió estrellarse en el poste antes de abrazarse a la red.


Pero no podía acabar ahí el sufrimiento, que se alargó tanto como las manos de Casillas, que completó el trabajo de Villa con dos nuevas intervenciones al alcance sólo de los elegidos. Desvió los disparos consecutivos de Barrios y Santa Cruz y terminó de iluminar el camino de España hacia el paraíso.
Fuente: As

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