Guía Dragon Age: Inquisition

Códice - Lugares

Una historia de Espalda Helada

 

 

Una historia de Espalda Helada

 

Hasta las montañas tuvieron un corazón, antaño. Cuando el mundo era joven, Korth, el Padre de la Montaña, tenía su trono en el pico de Belenas, la montaña que se encuentra en el centro del mundo, desde la que se pueden contemplar todos los rincones de la tierra y del cielo. Y vio a hombres fuertes hacerse débiles, a valientes convertirse en cobartes y a sabios volverse necios por amor.

 

Korth ingenió un plan para que su propio corazón nunca lo traicionara: se lo arrancó y lo escondió donde ninguna alma osara siquiera buscarlo nunca. Lo encerró en un barril de oro, lo enterró y levantó alrededor las montañas más indómitas que el mundo viera, las de la Espalda Helada, para guardarlo.

 

Pero, sin su corazón, el Padre de la Montaña se volvió cruel. Su pecho se llenó de los cortantes vientos de las montañas, que gritaban y aullaban como almas en pena. La comida perdió su sabor, la música ya no tenía dulzura y olvidó la alegría que le daban las gestas de valor. Envió avalanchas y terremotos para atormentar a las tribus humanas: Dioses y hombres se levantaron contra él, tachándolo de tirano. Pero, sin corazón, no se podía matar a Korth. Pronto no quedaron héroes, ni entre los dioses ni entre los humanos, que osaran desafiar al Padre de la Montaña.

 

La Dama de los Cielos envío a sus mejores hijos -a los pájaros más rápidos, más listos y más fuerts- a barrer las montañas en busca del corazón desaparecido, y estos buscaron durante un año y un día. Pero el gorrión y el cuervo, el buitre y el águila, el vencejo y el albatros volvieron sin nada.

 

Entonces, la perdiz blanca habló y se ofreció a encontrar el corazón del señor de los dioses. Los demás pájaros se rieron, porque la perdiz blanca no es más que un pajarillo, demasiado débil para elevarse por los cielos, que se pasa la mitad del tiempo dando saltitos por el suelo. La Dama no quiso darle su bendición a la pequeña criatura porque las montañas eran demasiado peligrosas hasta para el águila, pero la perdiz blanca partió igualmente.

 

El pajarito se adentró en las montañas de la Espalda Helada. Cuando no podía volar, se arrastraba. Se abrazaba al suelo para capear los peores vientos de montaña. Y, así, realizó su viaje en solitario hasta el valle en donde latía el corazón. Por todas las terribles acciones del dios, el corazón pesaba demasiado para que el diminuto pájaro pudiera cargar con él, así que lo hizo rodar, poco a poco, hasta sacarlo del valle y despeñarlo por un risco y, cuando el recipiente de oro chocó contra la tierra, se rompió en mil pedazos. El corazón estaba a punto de estallar, y el dolor que manaba de él despertó al dios de las montañas, que fue a ver qué había pasado.

 

Cuando Korth se acercó a su corazón, este le saltó al pecho y el dios volvió a estar entero. Entonces Hakkon, el Aliento de Invierno, ató el corazón de Korth con tres tiras de hierro y tres tiras de hielo, para que nunca más pudiera volver a escaparse. Los demás dioses distinguieron a la perdiz blanca hasta por encima del águila más majestuosa.

 

--”La perdiz blanca: un cuento avvarita”, de Ferelden: Folclore e historia, de la hermana Petrine, erudita de la Capilla.

 

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Recursos disponibles aquí: Raíz élfica, Hierro

 

Localización:

Dentro del mesón en Refugio.