Guía Final Fantasy XII: The Zodiac Age

Registro de enemigos

Bangaa

 

 

Bangaa

 

-Nº: 377

-Categoría: Humanoide

-Tipo: Bangaa

-Localización: Humanoides

 

Apuntes

 

Raza humanoide con el cuerpo cubierto de escamas, que se caracteriza por sus peculiares orejas caídas. Su inteligencia y sus costumbres se asemejan a las de los humes, y es la raza que mejor se ha adaptado a la sociedad hume.

 

Los bangaas son ágiles, fuertes y pueden llegar a vivir hsata el doble que los humes.

 

Cabe subrayar que el apelativo "lagarto" constituye un grave insulto para los bangaas pues hiere profundamente su orgullo étnico.

 

Manuscrito anónimo

 

Era un día de sol cuando mi compañero y yo, tras un largo viaje, llegamos a Nabudis.

 

Esta ciudad, bella y acogedora, era exactamente lo que estábamos buscando.

 

Con los ahorros que habíamos podido reunir conseguimos techo, y enseguida nos pusimos a buscar trabajo.

 

Pronto estábamos haciendo de todo, desde modestos recados hastsa misiones de riesgo mortal, y nos sentíamos satisfechos.

 

Recuerdo ahora aquellos días y pienso que fueron, quizá, los más felices de mi vida.

 

Ningún trabajo despreciábamos, y así fue como llegamos a ganar lo suficiente para tener una buena vida.

 

Nuestro hogar comenzó a poblarse de cosas, y al poco tiempo estábamos tan arraigados en Nabudis que no podíamos iaginar nuestra vida en ningún otro lugar.

 

Mi compañero era también mi socio en el trabajo, pero poco a poco nos fuimos distanciando al sentir la necesidad de tener más tiempo para nosotros mismos.

 

No obstante, éramos felices, y pensábamos que es avida continuaría para siempre.

 

Varios años después de mudarnos a Nabudis, el castillo comenzó a reclutar soldados.

 

Nuestra labor no había pasado desapercibida, y las citaciones nos llegaron con nombre y apellido. Aunque no éramos nativos de Nabudis, le habíamos tomado mucho cariño a la ciudad y no dudamos ni un instante en aceptar el deber.

 

Mi compañero fue asignado a la defensa de la ciudad, y yo a una unidad expedicionaria. En la víspera de mi partida, cominos una cena opípara y bebimos el mejor vino que nos podíamos permitir.

 

Como si supiéramos que esa sería nuestra última noche juntos.

 

Los días de expedición fueron arduos, pero cumplí con mi deber y solo faltaba volver a casa sin contratiempos.

 

Entonces, vi a mi compañero en sueños, tal como estaba en el momento de nuestra separación. Trataba de decirme algo, pero yo no podía oírle. Desperté con los ojos llenos de lágrimas; quizá había estado demasiado tiempo lejos de casa.

 

Nuestra unidad expedicionaria emprendió la marcha de regreso; íbamos eufóricos pensando en que pronto pisaríamos nuevamente el suelo de Nabudis.

 

En Nabudis no nos aguardaba una calurosa bienvenida, sino la desesperación más profunda. Las bellas calles, las familias en ansiosa espera de sus héroes, todo había desaparecido. Solo había una tierra desolada, poblada de ruinas.

 

Poco después vimos a la gente de Nabudis, o a lo que se había hecho de ella: muertos vivientes que atacaban indiscriminadamente a los vivos. Con lágrimas en los ojos, tuvimos que defendernos lo mejor que pudimos.

 

Entionces, entre los muertos, le vi. Y ya no pude luchar más.