Guía The Elder Scrolls V: Skyrim

Libros de habilidades

2920, Segunda semilla, vol. 5

 

 

-Habilidad: Elocuencia

-Peso: 1

-Valor: 60

-Código: 0001B025

 

Se puede encontrar en las siguientes localizaciones.

 

Lugar 1

 

En “Artículos Usados de Sadri” (Ventalia).

 

Lugar 2

 

Cerro Pedregoso

 

Dentro de la Casa de Sorli, que está en Cerro Pedregoso, al Este de Morthal.

 

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10 de Segunda semilla de 2920 La Ciudad Imperial, Cyrodiil

 

“Majestad imperial”, dijo con una sonrisa el potentado Versidue-Shaie mientras abría la puerta de su cámara. “No nos hemos visto últimamente. Pensé que quizá estabas... ocupado con la adorable Rijja”. “Está tomando los baños en Mir Corrup”, dijo con abatimiento el emperador Reman III.

 

“Pasa, por favor”.

 

“He llegado a un punto en el que tan solo puedo confiar en tres personas: tú, mi hijo el príncipe y Rijja”, dijo el emperador enfadado. “Mi consejo está plagado de espías”.

 

“¿Qué te preocupa, majestad imperial?” preguntó el potentado Versidue-Shaie con comprensión mientras corría la tupida cortina. Al instante, desaparecieron todos los ruidos externos, tanto los pasos que resonaban en los corredores de mármol como los pájaros que revoloteaban en los jardines primaverales.

 

“He descubierto que una miembro de la tribu orma de la Ciénaga Negra llamada Catchica, conocida por ser una envenenadora, estaba con el ejército en Caer Suvio cuando el campamento estaba establecido allí y mi hijo fue envenenado, antes de la batalla en Bodrum. Estoy seguro de que habría preferido matarme a mí pero no se le presentó la oportunidad”, dijo el emperador con ira. “El consejo opina que necesitamos pruebas claras de su implicación antes de acusarla”.

 

“Así es”, dijo el potentado pensativo. “Pero deberíamos averiguar si alguno de ellos formaba parte de la conspiración. Tengo una idea, majestad imperial”.

 

“¿Sí?”, dijo Reman con impaciencia. “¿Cuál es?” “Dile al consejo que no deseas investigar este asunto y mientras yo enviaré a la guardia para que encuentren y sigan a la tal Catchica. Descubriremos con quién se relaciona y podremos hacernos una idea del alcance de esta conspiración para acabar con la vida de su majestad imperial”.

 

“Sí”, dijo Reman con gesto de satisfacción. “Es un gran plan. Descubriremos quién está detrás de esto”.

 

“Que así sea, majestad imperial”, dijo el potentado con una sonrisa mientras abría la cortina para que el emperador pudiera abandonar la estancia. En el corredor se encontraba el hijo de Versidue-Shaie, Savirien-Chorak. El chico hizo una reverencia al emperador antes de entrar en la habitación de su padre.

 

“¿Hay algún problema, padre?”, susurró el muchacho de Akavir. “He oído que el emperador ha descubierto el nombre de la envenenadora”. “El gran arte de la elocuencia, hijo mío”, dijo Versidue-Shaie a su hijo, “consiste en decirles lo que quieren oír de manera que hagan lo que tú quieres que hagan. Necesito que hagas llegar una carta a Catchica y asegúrate de que entiende que si no sigue las instrucciones al pie de la letra, estará arriesgando su vida más que la nuestra”.

 

13 de Segunda semilla de 2920 Mir Corrup, Cyrodiil

 

Rijja se sumergió en las calientes y burbujeantes aguas del manantial, sintiendo un cosquilleo por toda su piel como si le estuvieran frotando con millones de piedrecitas. La roca situada sobre su cabeza la protegía de la fina lluvia pero dejaba entrar la luz del sol, dividida en capas al pasar a través de las ramas de los árboles. Era un momento idílico en una vida idílica y, al finalizar, sabía que recuperaría toda su belleza. Lo único que necesitaba era un trago de agua. El baño, aunque era muy aromático, le dejaba un sabor a caliza en la boca.

 

“¡Agua!”, gritó a sus sirvientes. “¡Agua, por favor!”

 

Una adusta mujer, con los ojos vendados, se acercó a ella para darle el agua que portaba en una piel de cabra. Rijja estuvo a punto de reírse de la mojigatería de la mujer, pues ni siquiera ella misma sentía vergüenza de mostrar su cuerpo desnudo, pero al caerle la venda, descubrió que no tenía ojos. Parecía una de esas mujeres de la tribu orma de las que Rijja había oído hablar, aunque nunca había visto a una de ellas. Nacidas sin ojos, eran virtuosas de sus otros sentidos. El señor de Mir Corrup tiene sirvientes muy exóticos, pensó para sus adentros.

 

En un momento, olvidó todo lo ocurrido. Solo podía concentrarse en el sol y el agua. Se disponía a beber del agua que le habían traído, pero se percató de que desprendía un extraño olor metálico. De repente, se dio cuenta de que no estaba sola.

 

“Lady Rijja”, dijo el capitán de la guardia imperial. “Veo que conoces a Catchica.”

 

“Nunca he oído hablar de ella”, tartamudeó Rijja antes de mostrar su indignación. “¿Qué estás haciendo aquí? Este cuerpo no es para tus lascivos ojos”.

 

“Nunca has oído hablar de ella y hace un minuto estabas hablando con ella”, dijo el capitán, cogiendo el agua para olerla. “Te ha traído icor, ¿no es cierto? Para envenenar al emperador”.

 

“Capitán”, dijo uno de los guardias, que venía corriendo hacia él. “No podemos encontrar a la argoniana. Es como si hubiera desaparecido en los bosques”.

 

“Sí, eso se les da muy bien”, dijo el capitán. “De todas formas, no importa. Ya tenemos su contacto en la corte. Su majestad imperial estará muy satisfecho. Apresadla”.

 

Mientras los guardias sacaban a la mujer del estanque, ella se contorneaba y gritaba: “¡Soy inocente! ¡No sé de qué va todo esto pero yo no tengo nada que ver! ¡El emperador pedirá vuestras cabezas por esto!” “Supongo que sí”, sonrió el capitán. “Si te cree”.

 

21 de Segunda semilla de 2920 Gideon, Ciénaga Negra

 

La taberna La cerda y el buitre era el tipo de lugar apartado que a Zuuk le gustaba para este tipo de encuentros. En el oscuro lugar, además de él mismo y su compañero, tan solo había un par de viejos lobos de mar, más dormidos que despiertos por el efecto de la bebida. La mugre del suelo no se veía pero se sentía. Los últimos rayos del sol iluminaban las partículas de polvo que invadían el local.

 

“¿Tienes experiencia en combate pesado?”, preguntó Zuuk. “Esta misión tiene una buena recompensa, aunque también correrás muchos riesgos”. “Por supuesto que tengo experiencia”, contestó Miramor con altanería. “Estuve en la batalla de Bodrum hace tan solo dos meses. Si tú cumples tu parte y consigues que el emperador atraviese el Paso de Dorsza con la menor escolta posible el día y a la hora que hemos acordado, yo cumpliré la mía. Eso sí, asegúrate de que no vaya de incógnito. No puedo atacar todas las caravanas que atraviesen el paso para ver si llevan al emperador Reman”.

 

Zuuk sonrió y Miramor se observó a sí mismo en la cara reflectante del kothringi. Le gustaba ver lo profesional y seguro de sí mismo que se mostraba.

 

“Trato hecho”, dijo Zuuk. “Y después tendrás el resto de tu oro”. Zuuk puso el gran arcón encima de la mesa y se levantó.

 

“Espera unos minutos antes de salir”, dijo Zuuk. “No quiero que me sigas. Los que me envían desean mantenerse en el anonimato por si te atrapan y torturan”.

 

“Está bien”, dijo Miramor y, a continuación, pidió más grog. Zuuk cabalgó a través de las estrechas y laberínticas calles de Gideon y, tanto él como su caballo, se alegraron de atravesar las puertas del lugar. El camino principal que conducía al castillo Giovesse estaba anegado, como cada año durante la primavera, pero Zuuk conocía un atajo por las montañas. Cabalgando a toda velocidad bajo los árboles cubiertos de musgo y las traicioneras piedras recubiertas de limo, llegó a las puertas del castillo en dos horas. Nada más llegar, se dirigió a la celda de Tavia, en la cima de la torre más alta.

 

“¿Qué opinas de él?”, preguntó la emperatriz.

 

“Es un pobre ignorante”, respondió Zuuk. “Pero es precisamente lo que necesitábamos para esta misión”.

 

30 de Segunda semilla de 2920 Fortaleza Thurzo, Cyrodiil

 

Rijja gritaba, gritaba y gritaba. Dentro de su celda, nadie podía oírla aparte de las enormes y grisáceas piedras, recubiertas de musgo pero igual de contundentes. Los guardias que custodiaban las celdas hacían caso omiso de ella, al igual que del resto de prisioneros. El emperador, a muchos kilómetros de allí en la Ciudad Imperial, también había hecho oídos sordos a sus gritos de inocencia.

 

Gritaba aun sabiendo que quizá nunca nadie volvería a oírla.

 

31 de Segunda semilla de 2920 Paso del Borde de Kavas, Cyrodiil

 

Hacía días o incluso semanas que Turala no había visto un rostro humano, cyrodílico o dunmer. A medida que avanzaba, pensaba para sus adentros lo extraño que resultaba que un lugar tan despoblado como Cyrodiil se hubiera convertido en la Provincia Imperial, sede de un Imperio. Incluso los bosmer de Bosque Valen debían de tener bosques más poblados que este de las tierras centrales.

 

Hizo memoria. ¿Cuándo había cruzado la frontera de Morrowind para adentrarse en Cyrodiil? ¿Hacía un mes o quizá dos? Hacía mucho más frío entonces que ahora pero no tenía sentido del tiempo. Los guardias habían sido bastante bruscos pero, dado que no llevaba armas, decidieron dejarla pasar. Desde entonces, había visto unas cuantas caravanas, incluso había comido con unos aventureros una noche de acampada, pero no encontró a nadie que la pudiera llevar a la ciudad.

 

Turala se había quitado el mantón y lo llevaba a rastras. Por un momento, creyó escuchar a alguien detrás de ella y se giró, pero no había nadie. Era un pájaro posado en una rama que emitía un ruido similar a una risotada.

 

Continuó andando y después se detuvo. Algo estaba ocurriendo. El bebé llevaba tiempo dando patadas dentro de su barriga pero ahora se trataba de algo diferente. Gimiendo, se tambaleó hasta el borde del camino y cayó sobre la hierba. Su bebé estaba de camino.

 

Se acostó boca arriba y empezó a empujar, pero no podía ver nada con las lágrimas de dolor y frustración. ¿Cómo había llegado a esta situación? Estaba dando a luz en un páramo, sola, a un niño que era hijo del duque de El Duelo. Sus gritos de rabia y agonía espantaron a los pájaros que estaban en los árboles.

 

El pájaro que se había reído de ella voló hasta el camino. En un abrir y cerrar de ojos, el pájaro desapareció y en su lugar vio a un elfo desnudo, no tan moreno como un dunmer ni tan pálido como un altmer. Supo al instante que se trataba de un ayleid, un elfo salvaje. Turala gritó pero el hombre la sujetó. Tras varios minutos de forcejeo, ella sintió una liberación y después se desmayó.

 

Se despertó con el sonido del llanto de un bebé. Estaba limpio y tendido a su lado. Turala cogió a su pequeña y, por primera vez en ese año, lloró de alegría.

 

Susurró a los árboles unas palabras de agradecimiento y comenzó a caminar con el bebé en brazos hacia el oeste.

 

El año continúa en Mitad de año.

 

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