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(63) ¿Injusticia con la Odyssey?

Editorial: ¿Qué dice la Odyssey sobre la gente que tiene preferencia?

8 de marzo de 2041. Si han estado siguiendo la indignación pública en respuesta al anuncio de la semana pasada sobre el proyecto Odyssey, pensarán que la nave colonial propuesta no es más que un carro espacial chapado en oro que los multimillonarios del planeta planean utilizar para escapar de la catástrofe climática, dejando que el resto nos asfixiemos, ahoguemos y muramos de hambre mientras ellos se largan volando a Sirius. Azar Safavi, el portavoz de Tierra-1, llegó incluso a decir que: “La capacidad de llevar el planeta hasta el borde de la extinción y después pensar en dejarlo atrás es un a idea propia de la gente rica y sin escrúpulos”. ¿Una pataleta en toda regla? Sin duda. El único problema es que Azar está totalmente equivocado.

La Odyssey no es una cápsula de huida cósmica para ejecutivos, sino un raro ejemplo de visión a largo plazo en medio de nuestro desastre colectivo. Incluso si cada uno de los aspectos del proyecto va como la seda - algo que no ocurrirá, como todos sabemos-, la nave no abandonará la órbita hasta 2080, época en la que -seamos realistas- nuestra especie habrá encontrado la forma de revertir el clima o se habrá extinguido.

La Odyssey no es tampoco un proyecto vanidoso financiado por gente desmesuradamente rica. Más bien es un (de nuevo, raro) ejemplo de un proyecto internacional fundado conjuntamente por cinco naciones (EE.UU., la Alianza de Europa Occidental, India, China y Japón). Sí, el proyecto aceptará donaciones de personas acaudaladas, pero dichas donaciones no garantizan una plaza en la nave. La mayoría de los pasajeros humanos no serán viejos ricos pagados de sí mismos, sino jovencísimos embriones. El objetivo del proyecto es crear una población humana en el exoplaneta... [DATOS DAÑADOS]

Cómo conseguirlo

Entre los restos de esa máquina.