Guía Horizon: Zero Dawn

Glifos escaneados

(13) Los Banuk

 

 

Guía sobre Ban-Ur y los Banuk

Por Aram, hombre de mundo

 

¡Ah, el Sol brilla como el oro en estos tiempos en los que uno puede experimentar el mundo entero sin salir de las calles de Meridian, pues las puertas están abiertas y el mundo viene a nosotros! Pero mientras paseaba por los mercados, oí de nuevo una pregunta en el aire. ¿Qué hay de los Banuk, esos estoicos y silenciosos cazadores del norte? ¿Esos hombres y mujeres de hielo?

 

Por desgracia para mis investigaciones, los forasteros Banuk rara vez permanecen en Meridian el tiempo suficiente para realizar un estudio exhaustivo -se cree que su sangre fría no tolera bien el calor. Para profundizar en estos conocimientos, tendría que sufrir el suplicio de desempolvar la mochila de viaje y la pluma y viajar hasta su tierra natal. Y así es como terminé viviendo una miserable temporada entre los Banuk en la gélida Ban-Ur.

 

Aunque los Banuk hablan con reverencia sobre su tierra, por decirlo claramente, se trata del lugar más inhóspito del mundo. Sí, hay belleza -imponentes glaciares de fulgentes tonalidades, plumas de vapor que emanan de la tierra, auroras que danzan en el cielo-, pero la novedad pasa rápido, mientras que el frío que hiela los huesos permanece mucho tiempo. Es el país de la Luna, pues durante el día el Sol no es más grande que el ojo de una aguja en el cielo gis, y por la noche, la Luna parece cuatro veces más grande.

 

No hay bienvenida que valga, ni por parte del lugar ni de sus pobladores. Aunque viví en uno de los “Weraks” -algo así como un grupo de familias pero sin las cortesías de una casa noble-, cada miembro debe demostrar que puede sobrevivir sin ayuda. Siempre andan a la búsqueda de desafíos, ya sea ante las fauces de una máquina o en su vida cotidiana. Traté de explicarles mi posición; que un Carja se enfrenta a un reto, idea una solución y, después de superarlo, queda satisfecho.

 

Se quedaron horrorizados ante esta idea. Me dejaron claro que, cada vez que quisiera dormir, debía excavar mi propio agujero para la tienda de la nieve; cuando quisiera comer, debía cazar mis alimentos yo mismo. Disimulé mi decepción; después de todo, en mi época participé en más de una prueba de caza, y acepté. En la tercera mañana conseguí abatir un conejo, similar a los que se ven en las llanuras, que lucía un grueso y sedoso pelaje.

 

Tras mostrarle mi presa al Werak, solo recibí miradas vacías, hasta que alguien me indicó que debía desollarlo y prepararlo. Les ahorraré los detalles a mis lectores. La experiencia casi hace que a partir de entonces me alimentar exclusivamente de pan de maíz.

 

Apenas había terminado mi ensangrentada porción cuando los Banuk partieron en una cacería de máquinas con su chamán, un hombre con ligaduras de máquinas cosidas a su piel (quizá otro desafío... a la decencia). Afirmaba ser capaz de sentir las máquinas cercanas y, efectivamente, los cazadores y yo seguimos un rastro en la nieve hasta un rebaño de Pastadores. Los Banuk dieron buena cuenta de ellos con sus lanzas y, empujado por un extraño deseo de demostrar mi valía, me puse a despojar a una máquina abatida de sus piezas.

 

En lugar de recibir elogios por mi iniciativa, fui sometido a insultos y aullidos por parte del chamán y llevado de vuelta al campamento por una huraña cazadora. Finalmente, esta me explicó que hay que dar las gracias a los espíritus de las máquinas por el regalo de una cacería exitosa antes de recolectar cualquier pieza. A decir verdad, los veleidosos matices de la cultura Banuk me sacaban de quicio y anhelaba la seguridad de la guía del Sol.

 

Esa noche, por suerte la última, mis compañeros y miembros de otros Weraks se reunieron bajo un implacable cielo claro para intercambiar canciones -su modo de documentar la historia. Algunos entienden los glifos, pero prefieren no usarlos y preguntan “¿Qué es una canción sin voces? (a estas alturas, ya había aprendido que no debía responder). Mis hazañas merecieron un verso completo en la canción de mis acompañantes, pero por lo que pude entender, la mayor parte se perdió al traducir. Aun así, hubo carcajadas y muchos prometieron dejarme una señal de despedida Banuk para honrar el tiempo que pasamos juntos.

 

Me despedí del Werak no lejos de Alta Flor y me dispuse a descender a Centinela del Alba, de regreso a la civilización bendecida por el Sol. EN cuanto a las señales de despedida, no vi nada parecido cuando empaqué mis pertenencias medio congeladas. Quizá sea otro misterio Banuk, pero creedme, queridos lectores, es mejor dejar que se guarden sus misterios para ellos.

 

Cómo conseguirlo

 

(13) Los Banuk

 

(13) Los Banuk

 

Sobre una estantería dentro de la taberna en el asentamiento “Luz Solitaria”.