Guía Horizon: Zero Dawn

Glifos escaneados

(18) El Oeste Prohibidoo

 

 

Expediciones al Oeste Prohibido

 

Lector, si sabes algo del Oeste Prohibido, sabrás también que no encontrarás a ningún narrador mejor cualificado que un servidor, Udain el Considerado, sanador de Arco de Blasón. ¿Por qué? Pues porque sigo con vida, no como los forasteros que contaron las siguientes historias entre jadeos y alaridos. Todos eran blasones irracionales y temerarios a los que atendí ya moribundos, envenenados, heridos de gravedad o traumatizados por lo que habían vivido en las tierras que hay más allá de la Intimidación. Con tales heridas, lo único que pude hacer fue aliviar su dolor e intentar tomar nota de sus vociferaciones.

 

Mientras el Sol siga alumbrándome, no podré dar fe de la veracidad de estos relatos. Solo espero que satisfagan tu curiosidad y te disuadan de emprender el camino que supuso la muerte para esos imprudentes exploradores y osados viajeros.

 

Aunque cada testimonio es distinto, lo que está claro es que los terrenos del Oeste no se parecen en casi nada a los nuestros. Algunos cruzaron desiertos de un blanco pálido, otros desiertos del color del fuego, y otros incluso extensiones interminables de arena azul que parecían reflejar el cielo sobre ellas, salvo por los restos de máquinas antiguas.

 

Otros hablaron de vastas llanuras con una hierba tan alta y afilada que podría hacerte sangre, y unas inquietantes flores negras esparcidas.

 

De noche, unos animales nunca vistos observaron con ojos brillantes, ¡y unas aves extrañas del color de las cometas o de los fuegos artificiales parlotean desafiantes con voces de hombres!

 

Aunque más extra ordinarios son los relatos acerca de un lago cien veces más grande que el Umbral del Día, tan ancho que es imposible atisbar las lejanas orillas, y tan profundo que toda una ciudad de los Antiguos yace sumergida. El agua tiene un sabor salado y nauseabundo, y dicen que se eleva y hace retroceder a aquellos que intentan cruzarlo.

 

Al parecer, incontables ciudades han sido consumidas por las dunas movedizas del Oeste, con sus esqueléticas torres incrustadas en mares de arena. El viento silba una canción triste entre estas ruinas, a través de grandes esqueletos metálicos de aves ya muertas o sobre grandes cuencos de metal anegados de un agua negra, donde los peces pasan como estrellas fugaces. Esta canción fúnebre, que pasaba de un canturreo a un alarido, seguía atormentando a estos hombres y mujeres mientras se agitaban entre sudores en un sueño nada apacible.

 

No obstante, aunque las tierras del Oeste son implacables, e incluso su belleza puede entrañar peligros, el terreno no es lo único que engulle a todo aquel que se adentre en él, o que marca y hiere a los pocos afortunados que consiguen volver. Ah, sí, todos hablan de nuevas máquinas en el Oeste, más extañas y terribles que las que conocemos en el Solminio. Los testigos moribundos borrajeaban con sus uñas figuras imposibles o, si todavía conservaban sus extremidades y órganos vocales, imitaban sacudidas y espantosos sonidos en la locura de sus últimos estertores.

 

¿Y qué clase de hombre puede vivir cuando el Sol se pierde en la noche? Estas historias son las más escalofriantes. Uno habló de bebedores de sangre de máquinas, con labios y lenguas manchadas, que sustituyen sus dientes por otros de metal. Otro describió a jóvenes pálidos como la ceniza y con las mismas caras que cazan incansablemente de noche y en silencio. Y otro me habló de una tribu a la que observó desde la distancia que se dedicaba a cavar hoyos profundos en la arena para luego volverlos a llenar a saber por qué razón. Otra tribu se limitaba a surcar las aguas del gran lago sobre unas embarcaciones estrechas y oscuras.

 

Oh, Sol, una parte de mí lamenta escribir estas historias, ya que las dudas que plantean solo pueden responderse con más expediciones desafortunadas. Aun con esas, estoy en la obligación de contarlo, porque ¿qué otra cosa nos queda de estos pobres desgraciados? Si buscaban riquezas, lo único que trajeron de vuelta fue un puñado de fango negro, un pedazo de metal con un curioso sello, un trozo de cristal del desierto que cambia de tonalidad o una concha extraña y lisa. He guardado todos estos artículos para recordar a aquellos que fueron en busca de los prohibido y les salió caro.

 

Lector, si te consideras una persona intrépida, ¡haz caso a la advertencia de este anciano y su extraña colección de objetos pequeños y no te aventures en el Oeste prohibido!

 

Cómo conseguirlo

 

(18) El Oeste Prohibidoo

 

(18) El Oeste Prohibidoo

 

Sobre una barca en la zona del puerto de la localización Arco de Blasón.