Guía Dragon Age: Inquisition

Códice - Magia

La creación de una filacteria

 

 

La creación de una filacteria

 

La primera noche que llevamos al chico a la Aguja Blanca, lo dejamos descansar. Convencí al caballero comandante Belrose de que postergara el ritual hasta la mañana siguiente. El viaje había sido duro y el pobre chaval apenas podía tenerse en pie. Estaba segura de que escaparse era lo último que se le pasaba por la cabeza. Medine le encontró un catre limpio junto a los demás jóvenes aprendices y, cuando llegué con la cena, ya se había quedado dormido.

 

Por la mañana, le enseñé a Medine cómo debía prepararse el vial. Primero, un sencillo encantamiento para conservar y proteger el cristal. Luego, un hechizo para impedir que la sangre forme coágulos. El último paso solo se podía completar con la presencia del aprendiz. Envié a un joven templario con el mensaje de que ya estaba todo listo.

 

El chico apareció en la cámara escoltado por el propio Belrose. Me dio la impresión de que se acababa de levantar. Tenía un manchurrón en la cara, probablemente de la tierra del camino. Le dije que se acercara y le limpié la mejilla con mi manga mientras le explicaba el ritual. “Queremos sacarte un poco de sangre”, le dije, “Porque eres especial y no queremos que te pierdas. Si eso ocurre, la sangre nos permitirá encontrarte y traerte a casa de nuevo”.

 

Dejé que Medine se encargara del bisturí esa vez. Aquel día, el temblor de mis manos iba a más y no quería hacerle un corte demasiado profundo. Me mantuve cerca del chico mientras Medine le hacía una incisión pequeña y limpia en la palma de la mano, exactamente como le había enseñado. Noté que el chico se debatía y echaba a llorar. Intentó zafarse, pero Medine le sujetó la mano firmemente, dejando que la sangre cayera en el frasco.

 

Luego Medine lanzó el hechizo, como habíamos practicado. Dentro del vial, la sangre se agitó y se puso a brillar en presencia del mago al que se encontraba unido. Estaba hecho. Otra filacteria, otro vínculo forjado. Estaba atado a la Aguja Blanca.

 

El chico no podía apartar la mirada del brillo. Estaba fascinado, y había olvidado por completo el dolor y las lágrimas. “¿Lo ves? Esto es magia”, le dije. “Cuando seas más mayor, te enseñaré a hacerla”. Belrose dejó que el chico sostuviera la filacteria varios minutos antes de guardarla en la cámara.

 

--De las memorias de la encantadora Reva Claye, 8:72 de la Bendita

 

Localización:

Un libro sobre una mesa en una cueva por la parte Sur del Acceso Occidental.