Guía Dragon Age: Inquisition

Códice - Magia

Las leyes de la naturaleza en el Velo

 

 

Las leyes de la naturaleza en el Velo

 

Es sencillo afirmar que las leyes de la naturaleza no se aplican en el Velo, pero, aunque recorrerlo suele resultar confuso para los magos, rara vez es tan caótico como para que desafíe una descripción. De hecho, aunque la colocación de los objetos pueda parecer aleatoria, estos suelen funcionar como esperamos de ellos en el mundo real. Un libro se abre para mostrarnos sus páginas, aunque puede que estas estén en blanco o contengan un galimatías. Una pluma y un tintero permiten escribir, aunque puede que la pluma escriba sola y el tintero nunca se seque. Estos objetos que flotan suelen estar a una altura relativa, donde se suponía que debían estar los objetos que los aguantaban (velas suspendidas en el aire, como si las sostuviera un candelabro fantasma, por ejemplo).

 

¿Por qué se doblegan las leyes del Hacedor pero no se rompen del todo? ¿Por qué no se convierte un libro en un dragón ni una estatua explota en incontables fragmentos de energía? La respuesta, creo, estriba en el hecho de que los objetos que vemos en el Velo se deben en su mayor parte a manos humanas. Una estatua es una cosa creada. Las manos mortales que le dieron forma le dieron un propósito también, y ella sabe qué se espera. Los objetos que desafían las leyes de la naturaleza son, paradójicamente, los más naturales. Las grandes piedras que cuelgan del cielo, por ejemplo. Ninguna mano las ha tocado jamás, ninguna mente mortal las ha conformado para darles un propósito.

 

Aunque nunca lo sabremos, sospecho que, si los enanos hubieran conformado el Velo con sus propias percepciones, las rocas no flotarían.

 

--De La forma del Velo, del encantador Ephineas Aserathan

 

Localización:

Se consigue en el Velo, durante la misión principal Aquí yace el abismo.