Guía The Elder Scrolls V: Skyrim

Libros de habilidades

2920, Última semilla, vol. 8

 

 

-Habilidad: Discreción

-Peso: 1

-Valor: 75

-Código: 0001B01F

 

Se puede encontrar en las siguientes localizaciones.

 

Lugar 1

 

Reducto de Roca de la Arpía

 

Sobre una mesa en el Reducto de Roca de la Arpía, al Suroeste de Markarth.

 

Lugar 2

 

Raldbthar

 

En Raldbthar, al Oeste de Ventalia.

 

eliteguias

 

1 de Última semilla de 2920 El Duelo, Morrowind

 

Estaban reunidos en el patio del duque al ponerse el sol, disfrutando del aroma y el calor de una hoguera de ramas secas y verde amargo. Diminutas ascuas se esparcían por el cielo y flotaban hasta desaparecer.

 

“Me precipité”, dijo el duque solemnemente. “Pero Lorkhan consiguió lo que quería y todo está bien. El Morag Tong no asesinará al emperador ahora que mi pago está en las profundidades del mar Interior. Creía que habías acordado una especie de tregua con los príncipes daedra”.

 

“Es posible que lo que tus marineros denominaron daedra no lo fuera”, dijo Sotha Sil. “Quizá lo que destruyó la embarcación no fue más que un mago guerrero renegado o incluso un rayo”.

 

EEl príncipe y el emperador se disponen a tomar posesión de Ald Lambasi, como marca nuestra tregua. Es típico de Cyrodiil suponer que sus concesiones son negociables y las nuestras no”, dijo Vivec sacando un mapa. “Podemos reunirnos con ellos aquí, en Fervinthil, una ciudad al noroeste de Ald Lambasi”.

 

“Pero, ¿nos reuniremos con ellos para hablar?”, preguntó Almalexia. “¿O para combatir?”

 

Nadie tenía la respuesta.

 

15 de Última semilla de 2920 Fervinthil, Morrowind

 

Una tardía tormenta de verano invadió la pequeña aldea y oscureció el cielo, iluminado tan solo por los relámpagos que saltaban de nube en nube cual acróbatas. El agua corría por las estrechas calles a la altura los tobillos, y el príncipe tuvo que gritar para que los capitanes, a tan solo unos metros de él, pudieran escucharle.

 

“¡Hay una posada un poco más adelante! ¡Esperaremos allí a que acabe la tormenta antes de continuar hacia Ald Lambasi!” El ambiente de la posada era cálido y seco, y muy bullicioso. Los camareros iban de aquí para allá, llevando vino a una habitación privada, claramente nerviosos por la presencia de algún visitante conocido. Alguien que atraía más la atención de la gente que el simple heredero del Imperio de Tamriel. Asombrado, Juilek observó sus movimientos hasta que escuchó el nombre de “Vivec”.

 

“Mi señor Vivec”, dijo entrando en la habitación. “Debes creerme, no sabía nada del ataque a la Puerta Negra hasta que tuvo lugar. Por supuesto, volverá a obrar en tu poder inmediatamente. Te envié una carta a tu palacio de Balmora para manifestártelo, pero es obvio que no te encuentras allí”, hizo una pausa, observando a los desconocidos. “Lo siento, dejad que me presente. Me llamo Juilek Cyrodiil”.

 

“Me llamo Almalexia”, dijo la mujer más hermosa que el príncipe había visto en su vida. “¿Por qué no te sientas con nosotros?” “Yo soy Sotha Sil”, dijo un dunmer con semblante serio que vestía un manto blanco. A continuación, le dio la mano al príncipe y le mostró un asiento libre.

 

“Indoril Brindisi Dorom, duque y príncipe de El Duelo”, dijo el hombre de complexión robusta que tenía al lado tras tomar asiento. “Reconozco que los acontecimientos de este último mes sugieren, al menos, que el ejército imperial no está bajo mi control”, dijo el príncipe tras pedir un poco más de vino. “Es cierto. El ejército está bajo el control de mi padre”.

 

“Creía que el emperador también vendría a Ald Lambasi”, dijo Almalexia. “Oficialmente, así es”, dijo el príncipe con cautela. “Extraoficialmente, se encuentra en la Ciudad Imperial. Ha sufrido un desafortunado accidente”.

 

Vivec echó un vistazo al duque antes de mirar al príncipe: “¿Un accidente?”

 

“Se encuentra bien”, dijo el príncipe con rapidez. “Vivirá, pero parece que perderá un ojo. Fue un altercado que nada tuvo que ver con la guerra. Lo único bueno es que, mientras se recupera, yo puedo usar su sello. Los acuerdos a los que lleguemos aquí serán vinculantes para el Imperio, tanto durante el reinado de mi padre como durante el mío”. “Pues no demoremos más las negociaciones”, dijo Almalexia con una sonrisa.

 

16 de Última semilla de 2920 Wroth Naga, Cyrodiil

 

El diminuto poblado de Wroth Naga le dio la bienvenida a Cassyr con sus coloridas casas encaramadas en un promontorio desde el que se divisaban las llanuras de las montañas de Wrothgaria y Roca Alta a lo lejos. Si hubiera estado de mejor humor, la vista le habría parecido arrebatadora. Sin embargo, solo pudo pensar que, a efectos prácticos, en una aldea tan pequeña como esta no podría encontrar muchas provisiones para él y su caballo.

 

Cabalgó hasta la plaza principal, en la que se encontraba una posada llamada El grito del águila. Tras ordenarle al mozo de cuadra que alojara y alimentara a su caballo, Cassyr entró en la posada y quedó sorprendido por el ambiente que había. El mismo juglar que una vez había visto tocar en Valle de Gilver estaba interpretando una alegre melodía acompañado de los aplausos del público. Sin embargo, ese forzado júbilo no era lo que Cassyr quería en esos momentos. Una mujer dunmer estaba sentada, cabizbaja, en la única mesa alejada del ruido, por lo que cogió su bebida y se sentó sin pedir permiso. Entonces se dio cuenta de que la mujer llevaba un recién nacido en sus brazos.

 

“Acabo de llegar de Morrowind”, dijo de repente y en voz baja. “He luchado por Vivec y el duque de El Duelo contra el ejército imperial. Creerás que soy un traidor”.

 

“Yo también lo soy”, dijo la mujer, mostrando el símbolo que tenía marcado en su mano. “Significa que nunca más podré regresar a mi tierra natal”.

 

“No piensas quedarte aquí, ¿no es así?”, dijo Cassyr entre risas. “Es un lugar pintoresco, pero seguro que en invierno no para de nevar. No es el sitio más indicado para un recién nacido. ¿Cómo se llama la niña?” “Bosriel, que significa belleza del bosque. ¿Adónde te diriges?” “A Dwynnen, en la bahía de Roca Alta. Puedes venir conmigo, me vendría bien algo de compañía”. Él tendió su mano. “Me llamo Cassyr Whitley”. “Yo soy Turala”, dijo la mujer tras una pausa. Obvió su apellido tras percatarse de que ya no podía utilizarlo. “Será un placer acompañarte, gracias”.

 

19 de Última semilla de 2920 Ald Lambasi, Morrowind

 

Cinco hombres y dos mujeres permanecían en el silencio de la gran sala del castillo, roto por el garabateo de la pluma sobre el pergamino y el sonido de la lluvia que golpeaba en el gran ventanal. Cuando el príncipe colocó el sello de Cyrodiil en el documento, la paz se hizo oficial. El duque de El Duelo estalló de alegría y ordenó que trajeran vino para celebrar el fin de ochenta años de guerra.

 

Sotha Sil era el único que permanecía alejado del grupo. Su rostro no mostraba ninguna emoción. Aquellos que lo conocían bien sabían que no creía en principios y finales, sino en un ciclo continuo del que estos no eran más que una pequeña parte.

 

“Mi príncipe”, dijo el administrador del castillo, sintiendo interrumpir la celebración. “Ha llegado un mensajero de tu madre, la emperatriz. Deseaba ver a tu padre, pero como no ha llegado...” Juilek se disculpó y fue a reunirse con el mensajero.

 

“¿La emperatriz no vive en la Ciudad Imperial?”, preguntó Vivec. “No”, dijo Almalexia moviendo la cabeza con tristeza. “Su marido la ha encerrado en la Ciénaga Negra por temor a que estuviera tramando una revolución contra él. Ella posee muchas riquezas y cuenta con poderosos aliados en los Estados Colovianos occidentales, por lo que él no pudo casarse con otra ni ordenar que la ejecutaran. Su relación ha estado en un punto muerto durante los últimos diecisiete años, desde que Juilek era un niño”.

 

El príncipe regresó pasados unos minutos. En su cara se reflejaba su ansiedad a pesar de que intentaba disimularla.

 

“Mi madre me necesita”, dijo sin más. “Me temo que debo partir de inmediato. Me gustaría tener una copia del tratado para llevarlo conmigo y mostrárselo a la emperatriz para que vea lo que hemos conseguido hoy. Asimismo, lo llevaré a la Ciudad Imperial para que se haga oficial”. El príncipe Juilek partió tras la sentida despedida de los Tres de Morrowind. Mientras contemplaban cómo se alejaba cabalgando en la noche tormentosa dirección sur hacia la Ciénaga Negra, Vivec dijo: “Tamriel se sentirá mejor cuando él suba al trono”.

 

31 de Última semilla de 2920 Paso de Dorsza, Ciénaga Negra

 

La luna se erguía sobre la desolada cantera, que desprendía gases del pantano a causa de un verano especialmente caluroso, cuando el príncipe y sus dos escoltas salieron del bosque. Las montañas de tierra y estiércol habían sido colocadas allí en la antigüedad por primitivas tribus de la Ciénaga Negra con la intención de evitar el paso de un mal proveniente del norte. Evidentemente, el mal penetró a través del Paso de Dorsza, la enorme grieta abierta en la triste y solitaria muralla que se extendía durante kilómetros.

 

Los negros y retorcidos árboles que crecían en la barrera lanzaban extrañas sombras, como una red enmarañada. El príncipe solo tenía en mente la enigmática carta de su madre, en la que insinuaba una amenaza de invasión. Por supuesto, no podía decirle nada a los dunmer acerca de ello, por lo menos hasta que supiera algo más y se lo hubiera notificado a su padre. Después de todo, la carta estaba dirigida a él. El carácter de urgencia de la carta fue lo que le hizo ir directamente a Gideon. La emperatriz también alertaba de la presencia de una banda de antiguos esclavos que estaban atacando las caravanas que cruzaban el Paso de Dorsza. Asimismo, le recomendaba que mostrara con claridad el escudo imperial, para que supieran que no era uno de los odiados esclavistas dunmer. Tras pasar sobre las malas hierbas que cubrían el paso como un río nocivo, el príncipe ordenó que se mostrara su escudo.

“Ahora entiendo por qué los esclavos utilizan este lugar”, dijo el capitán del príncipe. “Es ideal para tender una emboscada”.

 

Juilek asintió con la cabeza, pero sus pensamientos estaban en otra parte. ¿Qué amenaza de invasión podría haber descubierto la emperatriz? ¿Se trataba de akaviri? Si así fuera, ¿cómo podría saberlo su madre desde su celda en el castillo Giovesse? Un crujido entre las hierbas y un agudo grito humano detrás de él interrumpieron sus reflexiones.

 

Cuando se giró, descubrió que estaba solo. Sus escoltas habían desaparecido.

 

A la luz de la luna, el príncipe observó la hierba que ondulaba de manera hipnótica debido a la brisa nocturna que invadía el paso. Era imposible saber si tal ondulación estaba provocada por un soldado debatiéndose, un movimiento que ocultaba otro. Un viento fuerte ahogaba los sonidos que pudieran emitir las víctimas de la emboscada.

 

Juilek desenfundó su espada y pensó en lo que iba a hacer, mientras su mente deseaba apartar el miedo de su corazón. Se encontraba más cerca de la salida del paso que de la entrada. Fuera lo que fuese lo que había dado muerte a su escolta, se encontraba detrás de él. Si cabalgaba con suficiente rapidez, quizás pudiera dejarlo atrás. Apretando el paso de su caballo, cabalgó hacia las colinas, flanqueado por las negras pilas de tierra.

 

Antes de que se diera cuenta de lo que ocurría, cayó del caballo y rodó por el suelo. Aterrizó varios metros por delante de su caballo y, en la caída, se rompió el hombro y la espalda. Se sintió aturdido mientras miraba a su moribundo corcel, con el vientre clavado en una de las muchas lanzas que asomaban entre la hierba. El príncipe Juilek no era capaz de volverse hacia la figura que surgía de entre la hierba ni de moverse para defenderse. Fue degollado sin la menor ceremonia.

 

Miramor maldijo al ver la cara de su víctima con claridad bajo la luz de la luna. Él había visto al emperador en la batalla de Bodrum, cuando había luchado al mando de su majestad imperial y, evidentemente, no se trataba del emperador. Registró el cuerpo y encontró la carta y un tratado firmado por Vivec, Almalexia, Sotha Sil y el duque de El Duelo, en representación de Morrowind, y el príncipe Juilek Cyrodiil, en representación del Imperio de Cyrodiil.

 

“Maldita sea mi suerte”, dijo Miramor entre dientes. “Solo he matado a un príncipe. ¿Qué recompensa tiene eso?”

 

Miramor destruyó la carta, tal y como Zuuk le había ordenado, pero conservó el tratado. Por lo menos, tal curiosidad tendría algún valor en el mercado. Desmontó las trampas mientras pensaba qué hacer. ¿Volver a Gideon y pedir una recompensa menor por haber matado al heredero? ¿Escapar? Como mínimo, pensó, había aprendido dos habilidades muy útiles en la batalla de Bodrum. De los dunmer había aprendido a crear la trampa de lanzas, y al abandonar el ejército imperial había aprendido a esconderse entre la hierba.

 

El año continúa en Fuego hogar.

 

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