Guía The Elder Scrolls V: Skyrim

Libros de habilidades

Aevar Cantor de Piedras

 

 

-Habilidad: Robo

-Peso: 1

-Valor: 60

-Código: 0001ACE6

 

Se puede encontrar en las siguientes localizaciones.

 

Lugar 1

 

Valkygg Perdido

 

En la sala de más al Sur dentro del Valkygg Perdido, al Sureste de Morthal.

 

Lugar 2

 

Pozo inescrutable

 

En el Pozo inescrutable, al Sureste de Hibernalia.

 

Lugar 3

 

En la casa de Thonnir en Morthal.

 

eliteguias

 

“Siéntate en silencio, pequeño, y te contaré una historia de los tiempos ancestrales”.

 

“¿Qué historia es, abuelo? ¿Es una de héroes y bestias?”

 

El abuelo miró pacientemente al chico. Se estaba convirtiendo en un buen muchacho. Pronto se daría cuenta del verdadero valor de las historias, las lecciones que se enseñaban en cada generación.

 

“Solo debes escuchar, pequeño, Deja que la historia se apodere de tu corazón”.

 

En un tiempo remoto, muy remoto, cuando los skaal acababan de llegar, reinaba la paz en la tierra. El sol era cálido, las cosechas crecían saludablemente y la gente era feliz en la paz que el todopoderoso aseguraba. Pero los Skaal se volvieron complacientes y perezosos, tomaban por descontado la tierra y todos los regalos que el todopoderoso les había facilitado. Olvidaron, o decidieron no recordar, que el adversario está siempre a alerta y que se regocija atormentando al todopoderoso y a sus elegidos. Y así fue como el Adversario se infiltró entre los skaal.

 

El Adversario tiene muchas caras. Aparece en las bestias malditas y en las plagas incurables. Al final de las estaciones lo conoceremos como Thartaag el Devorador de Mundos. Pero en esa época se le conocía como el Avaricioso.

 

El avaricioso (lo llamaremos así, ya que nombrarlo traería la desgracia entre la gente) vivió entre los skaal varios meses. Quizá alguna vez fue un hombre, pero el Adversario se apoderó de él, se convirtió en el Avaricioso, y así es como se le recuerda.

 

Cierto día, los poderes de los skaal los abandonaron. La fuerza abandonó los brazos de los guerreros, y los magos no podían invocar a las bestias para que luchasen a su favor. Los ancianos pensaron que el Todopoderoso estaba disgustado con ellos, mientras otros pensaban que los había abandonado a su suerte para siempre. Fue entonces cuando el Avaricioso se les apareció y les habló.

 

“Vosotros, skaal, os habéis vuelto gordos y perezosos. Yo he robado los regalos de vuestro Todopoderoso. He robado los océanos, así conoceréis la sed eternamente. He robado las tierras, los árboles y el sol, así vuestras cosechas se secarán y morirán. Os he robado las bestias, así conoceréis el hambre. Y he robado el viento, así viviréis sin el espíritu del Todopoderoso.

 

“Y hasta que alguno de vosotros pueda reclamar estos regalos, los skaal vivirán en la miseria y la desesperación. Puesto que yo soy el Avaricioso, y esa es mi naturaleza”.

 

Y el Avaricioso desapareció. Los miembros de los skaal parlamentaron durante muchos días y noches. Sabían que alguno de ellos debía recuperar los regalos del Todopoderoso, pero no podían decidir quién de ellos sería.

 

“Yo no puedo ir”, dijo el más anciano. “Uno de nosotros debe permanecer aquí para guiar a los skaal, y explicar a nuestra gente qué es la ley”.

 

“Yo no puedo ir”, dijo el guerrero. “Debo proteger a los skaal. Mi espada será necesaria en caso de que el Avaricioso reaparezca”.

 

“Yo tampoco puedo ir”, dijo el mago. “La gente necesita mi bendición. Debo leer los presagios y ofrecer mi sabiduría”.

 

Fue entonces cuando un joven llamado Aevar levantó la voz. Poseía un fuerte brazo y era ligero de pies, a pesar de no ser aún un guerrero de los skaal.

 

“Yo iré”, dijo Aevar. Los skaal se echaron a reír.

 

“Escuchadme”, continuó el joven. “Aún no soy un guerrero, así que mi espada no se echará en falta. No puedo leer los presagios, así qu ella gente no buscará mi consejo. Y soy joven, aún no me encuentro cómodo debatiendo sobre leyes. Yo arrebataré los regalos del Todopoderoso al Avaricioso. Y si no lo consigo, nadie me echará en falta”.

 

Los skaal lo pensaron brevemente y decidieron dejar ir a Aevar. Dejó el poblado a la mañana siguiente, dispuesto a recuperar los regalos.

 

Aevar decidió recuperar primero el regalo del agua, así que se encaminó hacia la Piedra del Agua. Fue allí donde el Todopoderoso le habló por primera vez.

 

“Viaja hacia el Oeste por mar y sigue al Nadador hacia las Aguas de la Vida”.

 

Así que Aevar caminó hacia el océano, y allí estaba el Nadador, un horker negro enviado por el Todopoderoso. El Nadador se sumergió en las aguas y nadó muy, muy lejos. Pero Aevar era fuerte y nadó con fuerza. Siguió al Nadador hasta una cueva, sumergiéndose más y más, con los pulmones encendidos y sus extremidades extenuadas. Finalmente encontró un poco de aire y allí, en la oscuridad, encontró las Aguas de la Vida. Recuperando las fuerzas, cogió las Aguas de la vida y nadó de vuelta a la orilla.

 

Al regresar a la Piedra del Agua, el Todopoderoso habló de nuevo. “Has recuperado el regalo del agua para los skaal. Los océanos darán su fruto de nuevo, y la sed será superada”.

 

Seguidamente Aevar viajó hacia la Piedra de la Tierra, donde el Todopoderoso se personificó de nuevo.

 

“Entra en la cueva de la Música Escondida y escucha la canción de la tierra”.

 

Dicho esto, Aevar se dirigió hacia el noreste, hacia la cueva de la Música Escondida. Encontró una gran cueva, donde las rocas colgaban del techo y crecían del suelo. Escuchó con atención, pero la música se oía demasiado débil. Cogió una maza y comenzó a golpear las rocas del suelo al ritmo de la canción. La canción se podía oír cada vez más fuerte, hasta que llenó la cueva y su corazón. Entonces volvió a la Piedra de la Tierra.

 

“El regalo de la tierra vuelve a estar con los skaal”, dijo el Todopoderoso. “Las tierras son ricas de nuevo y traerán la vida”.

 

Aevar estaba cansado, el sol lo quemaba, los árboles no ofrecían ninguna sombra y no corría ni una brizna de aire que lo refrescase. Aún así, viajó hacia la Roca de la Bestia, donde el Todopoderoso le habló de nuevo.

 

“Encuentra a la Buena Bestia y termina con su sufrimiento”.

 

Aevar entró en los bosques de los isinfier y los atravesó durante muchas horas., hasta que escuchó los lamentos de un oso sobre una colina. Mientras ascendía, vio al oso con una flecha falmer clavada en el cuello. Buscó en el bosque a los despiadados falmer (eso es lo que son, aunque algunos digan que no) y, al no encontrar ninguno, se acercó a la bestia.

 

Se dirigió a ella dulcemente: “Gentil bestia, no te quiero hacer daño. El Todopoderoso me ha mandado para terminar con tu sufrimiento”.

 

Al escuchar estas palabras, la bestia dejó de quejarse y puso su cabeza a los pies de Aevar. Este agarró la flecha y la arrancó del cuello del oso. Usando algo de magia natural que había aprendido, le curó la herida como pudo, a pesar de que esto le costó toda la fuerza que le quedaba en el cuerpo. Mientras la herida del oso se curaba, Aevar durmió.

 

Cuando se despertó, el oso estaba custodiándolo, y los restos de varios falmer estaban esparcidos alrededor. Sabía que la Buena Bestia lo había protegido durante la noche. Se dirigió de nuevo a la Roca de la Bestia, con el oso a su lado, donde el Todopoderoso le habló de nuevo.

 

“Has devuelto el regalo de las bestias. De nuevo, las Buenas Bestias ofrecerán su carne para alimentar a los skaal, sus pieles para abrigarlos y los protegerán cuando lo necesiten”.

 

Aevar había recuperado las fuerzas, así que la Piedra del Árbol, pero la buena bestia no lo siguió. Cuando llegó, el Todopoderoso le habló.

 

“Los primeros árboles se han marchitado, deben ser replantados. Encuentra las semillas y planta el primer árbol”.

 

Aevar viajó de nuevo a través del bosque de hirstaang, buscando las semillas del primer árbol, pero no las encontró. Decidió hablar con los espíritus de los árboles, los árboles vivientes. Le dijeron que las semillas habían sido robadas por un falmer (sirvientes del Adversario) que estaba escondido en las profundidades del bosque para que nadie pudiese encontrarlo.

 

Viajó a la parte más profunda del bosque, donde encontró al malvado falmer rodeado por los espíritus de los árboles menores. Aevar pudo ver que los espíritus estaban esclavizado, pues había usad la magia de las semillas y su nombre secreto. Sabía que no podía enfrentarse a tal fuerza, que debía apoderarse de las semillas en secreto.

 

Busco en sus bolsillos y sacó su piedra de sílex. Con algunas hojas, hizo un pequeño fuego en el claro donde el falmer y los esclavizados espíritus molían el trigo. Todos los skaal saben que los espíritus odian el fuego, puesto que destruyen los árboles a los que sirven. Inmediatamente, la naturaleza de los espíritus se apoderó de ellos y se apresuraron a apagar las llamas. Durante la confusión, Aevar se escabulló detrás del falmer y se apoderó de la bolsa se semillas, huyendo antes de que el malvado se percatase de que habían desaparecido.

 

Cuando volvió a la Piedra del Árbol, plantó el primer árbol frente a ella, y el Todopoderoso se dirigió a él.

 

“El regalo d ellos árboles se ha restaurado. De nuevo, los árboles y plantas florecerán y crecerán, nutriendo y dando sobra a todos”.

 

Aevar estaba cansado, el so quemaba, no notaba la presencia del aire, pero descansó brevemente a la sombra de los árboles. Sus piernas se hacían cada vez más pesadas, al igual que sus ojos, pero continuó, viajando hacia la Piedra del Sol. De nuevo, el Todopoderoso habló.

 

“El cálido abrigo del sol ha sido robado, y ahora solo puede quemar sin piedad. Libera al sol de los Salones de la Penumbra”.

 

Con esta intención, Aevar caminó hacia el oeste sobre campos helados hasta que alcanzó los Salones de la Penumbra. El aire que había en su interior era denso y pesado, y no podía ver más allá de su brazo. Prosiguió su camino a tientas. Podía oír un arrastrar de pies, y sabía que en este lugar se escondían bestias malignas que desgarrarían su carne y comerían sus huesos. Durante horas, avanzó como pudo, hasta que vio algo brillar suavemente al fondo de la estancia.

 

Allí, detrás de una fina capa de hielo, brillaba una luz tan fuerte que tuvo que cerrar los ojos para no quedar ciego para siempre. Le arrancó un ojo a una de las bestias malditas y lo lanzó al hielo con toda su fuerza. Se abrió una pequeña brecha en el hielo, que se hizo más grande. Poco a poco, la luz salió de entre las grietas, separándolas, rompiendo el hielo en pequeños pedazos. Con un esplendoroso crujido, el muro se derribó y la luz salió disparada sobre Aevar y fuera de la estancia. Pudo oír los gemidos de las bestias malditas cuando la luz las alcanzó y las quemó. Corrió hacia afuera de la estancia, siguiendo la luz, y cayó rendido una vez fuera.

 

Cuando fue capaz de levantarse de nuevo, el sol lo calentó dulcemente, lo que le hizo sentir feliz. Volvió a la Piedra del Sol, donde el Todopoderoso le habló.

 

“El regalo del sol pertenece de nuevo a los skaal. Los calentará y les dará la luz”.

 

Aevar tenía aún un regalo por recuperar, el regalo del aire, así que se dirigió a la Piedra del Aire, en la costa oeste de la isla. Cuando llegó, el Todopoderoso le habló para darle su última misión.

 

“Encuentra al Avaricioso y libera al viento de su cautiverio”.

 

Así que Aevar se aventuró tierras adentro en busca del Avaricioso. Buscó entre los árboles, pero el Avaricioso no estaba allí .Tampoco se escondía en los océanos, y las bestias no lo habían visto en los bosques oscuros. Finalmente Aevar llegó a una casa en ruinas, donde sabía que lo encontraría.

 

“¿Quién eres?”, gritó el Avaricioso. “¿Qué buscas en mi casa?”

 

“Soy Aevar de los skaal”, dijo Aevar. “No soy un guerrero, ni un mago, ni soy anciano. Si no regreso nadie me echará en falta. Pero he devuelto los océanos y la tierra, los árboles, las bestias y el sol. Ahora devolveré el aire a mi gente, para que podamos volver a sentir el espíritu del Todopoderoso”.

 

Al decir esto, agarró la bolsa del Avaricioso y la rompió. El aire se escapó de ella con una gran fuerza, llevándose consigo al Avaricioso, levantándolo y transportándolo fuera de la isla. Aevar pudo respirar libremente de nuevo, lo que le reconfortó. Volvió a la Piedra del Aire, donde el Todopoderoso se dirigió a él por última vez.

 

“Lo has hecho muy bien Aevar. Tú, el más humilde de los skaal, has recuperado mis regalos para ellos. El Avaricioso se ha ido, y no debería molestar a tu pueblo nunca más. El Todopoderoso está satisfecho. Ahora vete, y vive de acuerdo con tu naturaleza”.

 

Y Aevar emprendió su camino de vuelta al poblado skaal.

 

- -

 

“¿Y entonces que pasó abuelo?”

 

“¿Qué quieres decir, hijo? Volvió a casa”.

 

“No. Cuando volvió al poblado”, dijo el pequeño. “¿Lo hicieron un guerrero? ¿Le enseñaron a ser un mago? ¿Capitaneó a los skaal en la batalla?”

 

“Pues no lo sé. La historia termina así”, dijo el abuelo.

 

“¡Pero no puede terminar así! ¡Así no terminan las historias!”

 

El anciano lanzó una carcajada y se levantó de su silla.

 

“¿De verdad?”

 

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