Guía Metro: Last Light

Desde el día en que acabé en el metro, he subido a la superficie contadas veces. La radiación de fondo es demasiado elevada, así que demasiadas salidas se traducen en graves enfermedades para los valientes que lo intentan. Ahí fuera, hay que estar constantemente alerta. La contaminación suele ser desigual. Hay puntos donde en cuestión de minutos se absorbería una dosis letal de radiación, mientras que otros serían habitables de no ser por los monstruos y la insoportable oscuridad. El ojo no puede discernir entre unos sitios y otros, así que se necesita un contador Geiger. Tampoco puedes salir sin una máscara de gas. Antes la Tierra era nuestra. Hoy aunque aún recuerdo ese día de verano con mi madre en los Jardines, casi cuesta creer que haya sido así. No puedo creer que yo viviera en una de esas casas tan altas y pudiera mirar el cielo todos los días. Es como si el metro hubiera sido mi único hogar... pero aún echo de menos el mundo perdido.