Guía Horizon: Zero Dawn

Glifos escaneados

(17) Capitanes y correrías

 

 

Capitanes y travesuras

 

Entre estas historias de aventura figuran...

 

¡La vid de Masarad, el Destello del Sol! Las escamas de su lustrosa armadura deslumbraban a sus rivales y sus cintas, rojas como el ave fénix, trazaban arcos como las salpicaduras de sangre de sus enemigos. ¡Atraído por el clamor de la batalla, vivió como un forastero, lejos del Solminio! En el norte, aplastó los cascos de las huestes Oseram con la misma chatarra que empuñaban; en el sur, se enfrentó a los asaltantes de las llanuras durante la puesta de sol arrancándose de su cuerpo las flechas que le disparaban y contraatacando con ellas. Si regresó a su patria, fue porque le llamó la batalla más grande de todas: la Liberación de Sacra Meridian. En ella murió con honor, pues tardaron muchas horas en vislumbrar su armadura, todavía reluciente, por debajo del montón de Cernícalos apilados sobre él.

 

Sadeva, la Lluvia del Desierto, fue una hija de la Corte del Sol que rechazó las sedas y las pinturas de los nobles para codearse con los mercenarios de la Llama Prolongada. ¡Sus ojos eran niebla, y su hoja un relámpago! Su banda solo atacaba cuando las tormentas arreciaban, ya que la visión de la sangre le repugnaba y la lluvia limpiaba los rastros en cuanto la derramaban. Así pues, las nubes de lluvia se convirtieron en sinónimo de terror desde Ocaso hasta Mercado Brillante, ya que ella podría aparecer con los suyos, ¡hasta que uno de ellos finalmente les vendió a una patrulla de blasones! Al ser de noble cuna, a Sadeva se le permitió tener una muerte honorable, así que la enterraron hasta la cabeza en el Valle del Azote para que aguardara el juicio del Sol. El primer día resistió en silencio, pero al segundo las nubes se agruparon y rompieron en un gran aguacero. Cuando amainó... ¡ella había desaparecido!

 

Las conquistas metálicas de Korgund, el herrero Oseram que moldeaba sus guanteletes a martillazos mientra los llevaba puestos y doblaba e hierro de barril alrededor de su cintura. Hay quien lo vio arrancar la carga de las espaldas a los cangrejos para luego declarar que los rayos eran “buenos para el cuerpo”. También venció a un Dientes Serrados despuntando su mandíbula y agitándolo con tal vehemencia que su núcleo se desprendió. Confesó haberse echado a los hombros a un Pisoteador que le embestía y estamparlo contra las rocas. Como era de esperar, el horno de la criatura le dejó vivas marcas en su peluda espalda. Cuando la Locura empeoró y trajo consigo a máquinas más aterradoras, el ansia de Korgrund por llevar a cabo hazañas más grandes creció. La última vez que lo vieron fue a lomos de un Atronador desbocado mientras de aferraba a su cuello como u halcón sobre su presa, ¡y hay quien dice que todavía sigue ahí!

 

Y como continuación de volúmenes anteriores, ¡las proezas de Okera el Tuerto! A estas alturas del relato, Okera había perdido el brazo izquierdo al robar los núcleos de cánticos de Estuki, y puso rumbo a la Conquista en busca de un herrero Oseram para que le colocara unas garras de Demoledor en el muñón. Como no podía ser otro, el único hombre lo bastante loco como para fusionar la carne con el metal era el líder de la Rebelión de las Tres Cadenas...

 

Cómo conseguirlo

 

(17) Capitanes y correrías

 

(17) Capitanes y correrías

 

Sobre esa roca a las afueras del asentamiento Roca Solar.