Guía Horizon: Zero Dawn

Observatorios

Valle de los monumentos

 

 

AUDIO:

 

Día 7 del Tour Apocamierda. A los tres meses de haber salido de rehabilitación, vinimos aquí de acampada. Wyatt se fue a dormir pronto, así que nos quedamos los dos despiertos, mirando las perseidas. Cuando nos pusimos a hablar de las estrellas y la tecnología espacial, de repente supe lo que quería hacer con mi vida.

 

TEXTO:

 

Hola, mamá:

 

Era agosto. La escuela de verano había chapado y yo había bordado el curso, así que encaraba el décimo curso con la moral alta. Como recompensa por mis notas (y mi sobriedad), Wyatt y tú me regalasteis un Astroprodigio de Fullerton Labs y me llevasteis de acampada para observar las perseidas en su plenitud. ¡Estaba eufórico!

 

Wyatt se pasó toda la tarde peleándose con un “refugio autoconstruible” que se trajo para el viaje, pero al final se rindió y construyó el chisme a mano (bueno, las cápsulas de sueño) mientras nosotros encendíamos un fuego y cocinábamos la cena. Eso debió de dejarle exhausto, porque Wyatt estuvo dando cabezadas en la cena y no tardó en irse a sobar.

 

Cuando la noche cayó, nos sentamos y vimos cómo las estrellas surcaban el cielo como si fueran arañazos. Nos quedamos maravillados por la cantidad que había y disfrutamos de lo lindo. Una hora después, más o menos, me pediste que te enseñara las constelaciones, así que encendí el Astroprodigio, me puse en plan profesor y solté una perorata sobre cada grupo de estrellas mientras el dron las engrandecía.

 

Más tarde, acerqué el zoom a la Odyssey. En aquel entonces, seguían construyéndola en la órbita (un año o dos antes de que la abandonaran). Hasta podíamos ver a los robots que la construían revoloteando por el casco como si fueran luciérnagas. Entonces me puse a parlotear sobre el tema para luego divagar sobre los robots que Faro y otras corporaciones, entre ellas Metallurgic, habían empezado a enviar para extraer Helio 3 de la luna y metales del cinturón de asteroides.

 

Cuanto más hablaba sobre la tecnología espacial, más me entusiasmaba. Aunque empezaba a quedarme helado, es lo que tienen los desiertos por la noche. Así pues me recosté junto a ti y nos arropamos bajo la manta. Por un instante nos quedamos callados: quería contarte lo que estaba pensando, pero me parecía ridículo. Entonces Wyatt pegó un ronquido en el refugio tan fuerte que nos entró la risa floja, lo que me pareció una buena ocasión para atreverme a contártelo: que el delincuente de tu hijo, aquel que casi fracasa en el instituto y que casi muere de sobredosis en un concierto de bashcore, quería convertirse en ingeniero aeroespacial para construir las máquinas de las que estábamos hablando. Quería crear robots que recolectaran recursos del sistema solar, y quizás viajar a otra estrellas y colonizar nuevos mundos.

 

Tú me miraste y sonreíste. “Pues eso será lo que harás”. Acto seguido miraste al cielo nocturno y dijiste: “Escribirás la historia de nuestra familia en el firmamento”.

 

Las clases empezaron a la semana siguiente, y ya no eché la vista atrás.

 

Cómo conseguirlo

 

Valle de los monumentos

 

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Según miras a la montaña en la que está, ve hacia la derecha y encontrarás bordillos por los que trepar. Una vez arriba tan solo deslízate por la tirolina para llegar a donde está el Observatorio.