Guía Dragon Age: Inquisition

Códice - Cuentos e historias

Cómo hacerse el fereldeno

 

 

Cómo hacerse el fereldeno

 

Mi estimada lady Sidonia:

 

Desearía expresar mi plena responsabilidad por el extraño comportamiento que ha mostrado últimamente lady Marchellette. Veréis, hace poco comenzamos a estudiar Historia. Pensé que a la joven señorita le vendría bien un contacto con todas las culturas thedestres, no solo con la de orlais. Fue una idea insensata.

 

Lamentablemente, vuestra querida hija se ha interesado especialmente por el folclore fereldeno. Primero desarrolló una afinidad por el rey Calenhad, que parece haber degenerado en un encaprichamiento extremo. Se me quedó mirando con los ojos como platos cuando le conté cómo había unificado a los bárbaros con su supuestamente incomparable poderío y carisma. Cada vez que intentaba cambiar de lección a otra cosa más importante, insistía en que le hablara de nuevo de Calenhad: de cómo los fereldenos dicen que su pelo era el doble de amarillo que el sol, o de que su barbilla estaba más cincelada que el pico más alto de la Espalda Helada. Ya van dos veces que he tenido que arrancar los dibujos que había colgado en su dormitorio en los que se representaba a este hombre sin camisa.

 

Luego pasamos a los hombres lobos, lo cual fue aún peor. Como tal vez ya sepáis, los fereldenos veneran a los héroes populares Dane y Hafter. Se decía que Dane había sido un hombre lobo y que Hafter descendía de uno. Ningún hombre o mujer instruido sentirían por gente de esa naturaleza bestial algo más que repugnancia. Pero ya conocéis a los fereldenos y su amor por la fauna silvestre. Por desgracia, estas historias de hombres lobos avivaron la imaginación de la señorita. Cuando sugirió preparar una representación para vos y su señor padre, no pude negarme. Me temo que es por eso que Marchellette iba corriendo por la mansión cubierta de pieles mojadas y asustando a las doncellas. Estaba ensayando una escena en la que Hafter repele a los engendros tenebrosos. Me han informado de que ciertas reliquias familiares de incalculable valor han quedado destruidas en medio de tal confusión y no soy capaz de expresar la consternación que siento por esta causa.

 

Si mi abyecto fracaso como tutor acarrea mi despido inmediato, lo entenderé.

 

--Una carta del hermano Bernard a su anterior patrona

 

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