Guía The Witcher 3: Wild Hunt

Personajes

Iris von Everec

 

 

Iris von Everec

 

-Pertenece a la expansión Hearts of Stone.

 

Cuando Geralt volvió a visitar a Olgierd para escuchar su tercer y último deseo, se enteró de que el rudo y pendenciero atamán había estado casado. Sin embargo, en un momento dado abandonó a su esposa y la obsequió con una rosa violeta como regalo de despedida. La tarea de Geralt consistía en encontrar esa rosa en algún lugar de la mansión abandonada de los Von Everec. Cuando llegó allí, descubrió que la finca estaba encantada por una aparición maligna ligada a Iris, la mujer de Olgierd, que había muerto de soledad tiempo atrás. Su rabia y sus remordimientos ahora inundaban su antigua casa de energía maléfica.

 

Geralt enterró los restos mortales de Iris en el jardín de la mansión. Lo hizo tanto por simple decencia humana como por fría maquinación, pues sabía que este acto aplacaría al agitado espíritu y lo llevaría hasta la rosa violeta. Durante el funeral, una ya calmada Iris se apareció ante Geralt y lo condujo a un mundo que solo existía en su imaginación. Este “mundo pintado” estaba formado por sus miedos y sus recuerdos, a los que Geralt tenía que enfrentarse.

 

Al principio, los recuerdos de Iris von Everec evocaban los días felices en compañía de Olgierd, pero cada vez se volvían más y más tenebrosos. De hecho, incluso sobre los más alegres se cernía una inquietante sombra que presagiaba algo terrible: Iris von Everec era una mujer sensible y había notado cambios sutiles en el comportamiento de su marido. Sin embargo, no tuvo el valor de indagar en las causas.

 

El corazón de Olgierd von Everec se había vuelto de piedra, convirtiéndolo en un monstruo. Iris odiaba al ser en que se había transformado su marido, pero no pudo dejar de amarlo. La pareja atravesó un amargo periodo de convivencia hasta que Olgierd le puso fin abandonando a su mujer. Iris nunca asumió la separación y de hecho ni siquiera pudo leer la carta de despedida de su marido, aunque conservó la rosa violeta que le entregó al marcharse, que pasó a ser el punto de fuga de todo el amor y la nostalgia que hacían estragos en su alma. Cuando murió, estos sentimientos no resueltos anclaron su espíritu a este mundo y siguieron haciéndola sufrir.

 

La intervención del brujo ayudó a que Iris aceptara lo que les había sucedido a ella y a su marido. Ahora era libre de disolverse en el éter. No obstante, esa idea la horrorizaba, de modo que puso su destino en manos del brujo, que era reticente a privarla de su existencia. Así pues, Iris permaneció en nuestro mundo y se introdujo en un cuadro que Geralt entregó a Olgierd, quien contemplaría cómo su triste mirada se clavaba en sus ojos el resto de su vida.